“Venezuela: Entre las Sombras de la Inseguridad Alimentaria”
DOI:
https://doi.org/10.54624/2024.37.2.001Palabras clave:
Inseguridad Alimentaria, Inflación Económica, Servicios Básicos de Salud, Migración Humana, VenezuelaResumen
Venezuela viene atravesando una etapa compleja, no solo por la diáspora que ha vaciado hogares y comunidades, sino por una silenciosa crisis que afecta la inseguridad alimentaria. Los factores interconectados han tejido una red de vulnerabilidad que atrapa a gran parte de la población, comprometiendo el presente y el futuro de la nación. La mesa venezolana, otrora símbolo de abundancia y tradición, hoy se presenta triste y precaria. La contracción dramática del ingreso ha pulverizado el poder adquisitivo de vastos sectores de la población. Salarios insuficientes luchan por cubrir una fracción del costo de la vida, dejando los alimentos básicos fuera del alcance de familias enteras. Así se muestra en el informe de Hum Venezuela 2024, según el cual, alrededor del 86,9% de la población del país se encontraba en pobreza por ingresos; un 70,6% en pobreza extrema, ante una canasta básica de bienes y servicios con un costo estimado de 1.100$ al mes y una canasta alimentaria de 540$. Entre 2023 y 2024, la inseguridad alimentaria bajó de 45,2% a 43,3%, y la inseguridad severa aumentó de 9,3% a 10,5%. Esta realidad se agudiza por las limitaciones en el acceso físico a los alimentos. La hiperinflación, las desigualdades regionales, las fallas en la distribución de alimentos, así como también, por la cobertura irregular de la red de los Comité Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP). La geografía venezolana se convierte en un factor de profunda desigualdad alimentaria, que se expresa, porque, mientras en algunos centros urbanos, pueden acceder a ciertos productos, las comunidades remotas y rurales sufren de mayores problemas que las condena a una mayor precariedad. La migración masiva de jefes de hogar masculinos, en búsqueda de sustento fuera de las fronteras, ha dejado a la mayoría de los hogares encabezados por mujeres, muchas veces, con menos recursos ni apoyo, enfrentando la dura tarea de alimentar a sus familias. El colapso de los servicios públicos añade mayor complejidad. La falta de agua potable dificulta la preparación segura de alimentos y la higiene básica. Los cortes eléctricos intermitentes dañan los pocos alimentos que se logran adquirir y paralizan la actividad económica local. La escasez de gas doméstico obliga a recurrir a métodos de cocción rudimentarios, y peligrosos, causando mayor contaminación y enfermedades respiratorias. La salubridad pública, venido a menos, incrementa el riesgo de enfermedades transmitidas por alimentos contaminados o mal manipulados.
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Derechos de autor 2025 Maritza Landaeta-Jiménez

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