Cambios en el consumo de carnes en Venezuela y sus implicaciones en la producción en el período 1999 a 2010
Palabras clave:
consumo, carnes, implicaciones, producción, período 1999 a 2010Resumen
El auge petrolero que se desarrolló durante la década de 1970 tuvo un fuerte impacto en el Sistema Agroalimentario Venezolano (SAV) incentivando la competitividad de los circuitos agroalimentarios más estrechamente integrados a los mercados externos, como el avícola. El alimento más emblemático de este circuito es la carne de pollo, la cual es producida en sistemas cuyas características se asimilan a una fábrica industrial, donde los animales provienen de progenitores genéticamente mejorados en el exterior, y cuya alimentación se sustenta en alimentos balanceados elaborados con cereales, importados en su mayoría. En ese sentido se trata de un circuito global, donde los insumos fundamentales son de origen externo. Las presiones inflacionarias que genera el auge petrolero, aunado a una tasa de cambio fija, derivan en una apreciación de la moneda nacional. En consecuencia, en la medida que las presiones inflacionarias aumentan, la producción interna se encarece y las importaciones se abaratan con relación a la producción interna. Entre estas importaciones figuran las materias primas agrícolas utilizadas para la elaboración de alimentos balanceados, cuya magnitud se incrementa como consecuencia del proceso mencionado. Esta situación aunada al elevado coeficiente de conversión de alimento en carne que se produce, gracias a las razas mejoradas genéticamente, incrementan la competitividad del circuito avícola frente a la producción de carne vacuna (Kim et al., 1987; Rodríguez, 2005). Ello determina, un abaratamiento relativo de la carne de pollo frente a la de vacuno (Rodríguez, 2005), que se traduce en una disminución del precio relativo de la primera, lo cual posibilita el progresivo desplazamiento de la carne vacuna por la de pollo en el patrón de consumo, hasta que esta última se convierte en un elemento clave de la dieta proteica a inicios de la década de 1980. Mientras que en 1970, la carne de pollo representaba el 29% del consumo per capita de carnes, y la de vacuno contribuía con el aporte mayoritario de 59%; para 1982 la carne de pollo realizaba el aporte más importante al grupo “carnes” (46%) rebasando el aporte de la carne vacuna que se había reducido al 44% (Abreu y Ablan, 1996). Ello redunda, a su vez, en un incremento en el consumo per capita total de carne entre 1970 y 1982 de 17 kg/persona/año (Abreu y Ablan, 1996).
Una vez que la abundancia de divisas cesó, y se comenzaron a imponer medidas de control de cambio, para racionalizar el uso de las mismas, se promovieron planes orientados a incrementar el autoabastecimiento. En la medida que estos planes se instrumentaron, en la segunda mitad de la década de 1980, incentivaron la inflación y las dificultades de acceso de la población a los alimentos (Gutiérrez, 1995; Rodríguez, 1997). A partir de ese momento, el gobierno se vio obligado a implementar medidas que permitieran a los circuitos importadores divisas con precios preferenciales, con el propósito de mitigar las presiones inflacionarias y facilitar el acceso de la población a los alimentos. De este modo, la presencia de los circuitos importadores, como el avícola, se consolida y prolonga en el tiempo, traduciéndose esto en una profundización de la tendencia previa a la disminución de los precios relativos de la carne de pollo y al predominio de la misma en el patrón de consumo, que para finales de la década de 1980 representaba cerca del 50 % del consumo per cápita de carne (Abreu y Ablan, 1996).
El deterioro del salario real, que se inició en la década de 1980, se mantiene en el decenio de los 90; en este contexto, la demanda de carnes se desplaza hacia las carnes más baratas, como la de pollo, llevando la participación de esta en el consumo a 56% a finales de esta década (Bianco, 2002; Rodríguez, 2009a).
El presente trabajo abarca dos secciones. En la primera se presentan los aspectos teóricos y metodológicos y en la segunda se aborda el análisis del periodo 1999-2010, el cual se focaliza en constatar, si las tendencias previas de los precios relativos de las carnes y sus implicaciones sobre el patrón de consumo se mantienen en el periodo analizado, y que consecuencias tienen las mismas sobre la producción.