Reflexiones y respuestas para un país que no puede esperar

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Julio Simón Castro Méndez

Abstract

Los indicadores de salud universales presentan un deterioro franco (Mortalidad Materna, Mortalidad Infantil, tasa bruta de mortalidad, reemergencia de enfermedades controladas), incluso los más conservadores en las agencias internacionales de cooperación ya aceptan la profundidad de la crisis y operan con códigos no tradicionales la ayuda que necesitamos. Un contexto particular de esta situación está relacionado con la instauración de una situación de desastre institucional (colapso de los servicios y la estructura del estado) en un país que hasta hace poco tenía un perfil de ingresos de los mejores de la región, por lo cual los conceptos clásicos de ayuda humanitaria pensados para situaciones de colapso estructural (secundarios la mayoría de las veces a desastres naturales y conflictos bélicos) pudieran parecer para algunos insuficientes, descontextualizados o “chucutos”; esto también tiene una contraparte en salud, buena parte de quienes nos formamos como médicos especialistas en los últimos 40 años teníamos como norte académico las mejores prácticas de los mejores centros de saber del mundo, eso está reflejado en buena parte con el esfuerzo de organización de protocolos de tratamiento para las enfermedades más comunes (Neumonía, Hipertensión Arterial, Diabetes Mellitus, Insuficiencia Cardíaca Congestiva, etc.) invocando el uso de las tecnologías más modernas y las herramientas terapéuticas de última generación, de alguna manera nuestra práctica médica, nuestra enseñanza y nuestro proceder operaba bajo la premisa de un país con un ingreso per cápita que llegó a estar cerca de 12.000 dólares por año y por ende apuntábamos al estado del arte en cada una de las enfermedades.

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Editorial