Editorial

Crisis históricas de la tricentenaria Universidad Central de Venezuela

Jesús Manuel Rodríguez Ramírez
Universidad Central de Venezuela, Venezuela

Revista Digital de Postgrado

Universidad Central de Venezuela, Venezuela

ISSN-e: 2244-761X

Periodicidad: Semestral

vol. 11, núm. 3, e344, 2022

revistadpgmeducv@gmail.com

Recepción: 01 Noviembre 2022

Aprobación: 15 Noviembre 2022



DOI: https://doi.org/10.37910/RDP.2022.11.3.e344

©Los autores, 2022

Cómo citar: Rodríguez, J. Crisis históricas de la tricentenaria Universidad Central de Venezuela. Rev Digit Postgrado. 2022:11(3):e344.doi:10.37910/RDP.2022.11.2.e344

El actual estado de las universidades nacionales y de la Universidad Central de Venezuela (UCV) en particular, es producto de una muy larga secuencia de eventos internos y externos que se han sucedido y mantenido en el tiempo, iniciados con intervenciones del Poder Monárquico y Eclesiástico en sus primeros años bajo el imperante modelo político de República Cristiana, la lucha entre ellos mismos por la llegada de la Filosofía Moderna o cartesiana y su encuentro con la Escolástica de tiempos pretéritos aún presente, los conflictos de competencia con profesores laicos, la guerra de independencia en la cual la Universidad bajo control militar, no cerró pero le fueron suspendidos sus privilegios y alterados contenidos de sus programas, siendo Caracas el centro del gobierno realista durante casi todo el período bélico.

De esa contienda fratricida -casi la totalidad de participantes habían nacido en estas tierras salvo algunos de los jefes militares- y secesionista -la Capitanía General era territorio de ultramar español, por tanto, todos tenían esa nacionalidad- no se libró la Universidad de sus avatares, pues la leva (reclutamiento forzoso de civiles para actividad militar) se inició cuando a principios marzo de 1814, fueron movilizados todos los estudiantes (entre 12 y 15 años) que localizaron en aulas para llevarlos a combatir. Fuesen cursantes de Medicina, Derecho o que estudiaban para Sacerdotes, a todos les decían “seminaristas” pues usaban las mismas instalaciones para docencia, originalmente del Seminario: a La Victoria fueron a dar. Hace pocos años en el Archivo Histórico de la UCV, constatamos que hasta hubo exámenes atrasados a mediados de ese mismo año, con participación en ellos de algunos sobrevivientes.

Una vez concluidas las hostilidades hacia 1823, vendrían los años de reorganización institucional, esta vez republicana, con el Poder Militar posesionado, y con presencia de civiles competentes que se incorporaron para ayudar en la creación del Estado Venezolano; en el caso universitario, vemos al Poder Civil como elemento dominante, con titánicos ocho meses del Dr. José María Vargas iniciándose como Profesor en octubre de 1826, elaborando la reorganización presupuestaria de la Universidad de Caracas ese diciembre, estrenándose como Rector en el mes siguiente, y coordinando la comisión especial ordenada por el Libertador para la transformación de la universidad monárquica en institución republicana, lograda luego de tres meses de intenso trabajo, con la Proclamación de los Estatutos Republicanos en junio de 1827.

Independientemente de que muchos inconvenientes no fueron resueltos por esta nueva legislación, se nota que en la misma se intentó proteger de la influencia externa en los asuntos universitarios: no sólo se reafirmó el derecho de decidir sus autoridades y reglamentos ya otorgado por Carlos III en 1784, sino que se le incorporó medios para generar sus propios ingresos y poder decidir su uso, esto posibilitó varios decenios de crecimiento sostenido, con sus descalabros intermitentes de mal presagio, como las pretensiones del presidente Monagas en 1847 (con también el Dr. Vargas defendiendo eso que hoy llamamos autonomía), que anunciaban lo que los grupos que lo apoyaban harían al hacerse del poder de una manera total, como ocurrió luego de la Guerra Federal, pues desde el gobierno, vendieron sus propiedades, para hacerla dependiente permanente, del situado constitucional.

Eso mismo se repitió en otras instituciones de educación superior en ese período y en toda la primera mitad del siglo XX; en el caso ucevista con cierres varios años durante la tiranía gomecista, o de pocos días varias veces en la siguiente década, hasta llegar al final del período perezjimenista. Luego vendría el tiempo del inicio de una época en donde se suponía no habría tendencias autocráticas ni sectarias, hasta llegar a 1969 cuando un presidente en ejercicio, siendo Profesor activo de ella durante más de veinte años, ordenó su toma militar y cierre.

El país se hizo consciente de la problemática económica que traía -desde una década atrás- con el “viernes negro” de 1982, desde entonces, la devaluación, casi imperceptible antes, se tornó consuetudinaria y permanente, al igual que la inflación, lo que afectó irremisiblemente la productividad, con el consecuente estancamiento del crecimiento económico y luego retroceso del mismo en casi tres dígitos, pues ese círculo vicioso empeoró con el tiempo hasta la grave economía de hace poco, primero de creciente escasez y a continuación, por varios años hiperinflacionaria e hiper devaluada como nunca en la historia del país: esto impactó a todas las instituciones, incluyendo a las universidades, y continúa a pesar de haberse superado en parte esa situación catastrófica de la economía.

Actualmente la UCV en crisis no necesita que la cierre nadie, se está cerrando sola, como todas las demás, pues al no tener cómo reponer puestos de trabajo de sus jubilados desde hace un cuarto de siglo, los profesores y resto del personal van envejeciendo y, una vez retirados, habría que crear cargos nuevos para sustituirlos, pero no hay recursos destinados para tal fin. Con un promedio de edad en cualquier Facultad, de profesores y personal que se acercan a la séptima década, es imperativo tal apertura, y con emolumentos mejores que los ofrecidos hasta ahora, pues eventuales ingresos de jóvenes, que están empezando a abrirse paso en la vida, no pueden mantenerse sin seguridad social suficiente y con sueldos tan bajos, que de los mil quinientos dólares mensuales recomendables para alguien iniciándose a tiempo completo en la docencia, en general reciben pocos centésimos de esa cantidad.

La crisis universitaria también abarca los tipos de relación entre miembros de su comunidad. Las familias de los alumnos de las universidades públicas, financian la alimentación, transporte y protección integral de sus hijos, más de ninguna manera costean sus carreras universitarias: eso lo hacen sus profesores pues con lo que ganan, solo sobreviven una semana -por cierto, sin seguridad social-, así que para dar clases un mes, deben recurrir a otras fuentes que no son su trabajo docente; lo paradójico es que los estudiantes en general no tienen conciencia de ello ni sus padres o representantes tampoco. No es fácil convencer a los discípulos que cada vez que hay gastos compartidos para reparar por ejemplo baños, bombas hidroneumáticas o filtraciones de techos, es para beneficio de ellos mismos (que pasan casi todo el día allí, toda la semana), no de profesores, que acuden en promedio tres o cuatro horas presenciales dos veces por semana.

Los puestos en listas de mejores instituciones de educación superior que pomposamente se exhiben como logros por parte de la Universidad, son más por esfuerzos individuales de sus profesores que resultados de planes de la misma, pues las ideas, insumos y financiamiento de los proyectos, son decisión personal y muy pocas veces institucional. En cualquier evento científico universitario podemos constatarlo, y en el caso de Medicina, sean jornadas o congresos, excepcionalmente la UCV, como las demás, ha financiado algo; las razones pueden ser insuficiencia presupuestaria u otras, pero el punto es que son los profesores los financistas de las carreras profesionales de los estudiantes, y de buena parte de la investigación que generan estas instituciones: eso es muy poco conocido por el público y, menos aún, reconocido

Todos los diagnósticos de las crisis universitarias -como las del país- ya han sido extensamente analizados por muchos autores, así que ahora, como antes, corresponde pasar a la acción, a la par de medidas de sobrevivencia: combatir las causas y resolver los hechos nocivos establecidos, aceptar que la catástrofe llegó por malas decisiones del último medio siglo (no sólo externas), participar en la administración universitaria aunque el ingreso haya sido para docencia o investigación (la definición de “Profesor” incluye, además de esas dos funciones, las de administración, extensión y asistencia). Las universidades -como las sociedades- cuyos ilustrados dejan el manejo de la política institucional (o sea, su gobierno) a los otros, son las verdaderas culpables de que los menos capaces la ejerzan.

El ejercicio del poder dentro de la universidad (jefaturas de cátedras, departamentos, escuelas o institutos, decanatos y rectorados) viene siendo entonces, una responsabilidad que no debe ser eludida siendo capaces, si realmente se quiere salir de esta crisis tan prolongada, teniendo palabra, decisiones que pueden cambiar sólo si hay razones suficientes para ello, buscar consensos legales y legítimos, evitando satanización por opiniones contrarias. Todas las personas tienen capacidad creadora para resolver problemas cotidianos, así que más de una solución puede provenir de otros; muy importante ser disciplinados, respetuosos y no perder tiempo en tautologías y anécdotas al reunirnos para trabajar. Respetar los compromisos y reglamentos, asumir y cumplir, no tomar decisiones por otros, y proteger intereses de quienes representamos aun cuando no coincidan con nuestras convicciones. Mantener y mejorar el cumplimiento de las normas éticas y producir conocimiento nuevo y/o útil para las nuevas generaciones.

Las crisis no se resuelven conminando a otros a solucionarlas, en nuestro caso, imposible sin ingreso de gente joven, pero para eso hay que crear o reponer lo que a nivel actual dependa de los profesores que ya están, con las cátedras abiertas y funcionando mientras se pueda, manteniendo la calidad y alto nivel que siempre se ha reconocido en esta Universidad, observando la ética, que siempre es compañera de la excelencia, y apoyando tanto a estudiantes como al personal que, aunque sea a cuentagotas, vaya ingresando. Y, a la par, también participar (sin afectar la docencia) en las luchas gremiales que necesariamente se seguirán dando, para lograr trato justo pecuniario y de restantes condiciones de trabajo, no mínimas, sino óptimas.

La superación de estos inconvenientes no es sólo política, electoral para renovación de autoridades, o de sueldos y presupuesto suficiente, es también retomar el nivel ético necesario, solución de corruptelas presentes e incentivación del deseo de participar activamente por parte de los miembros de la comunidad universitaria. Sí hay oportunidad de salir adelante, entre todos, de la crisis universitaria actual. Igual pasa con la Revista Digital de Postgrado de la Facultad de Medicina, de la cual soy el nuevo Director y Editor, entre todos, en conjunto con el Comité Editorial, continuaremos el duro camino abierto por sus creadores hace casi dos décadas, y transitado por quienes de manera encomiable la han dirigido o laborado en ella hasta ahora o en la Coordinación de Postgrado.

Gracias a ellos, tenemos esta Revista, con los indexadores que exhibe y que tiene vigentes; la misma continuará primeramente manteniéndose activa y regularizada, para luego diversificarse hacia otras instituciones con postgrados en los cuales se desarrollen investigaciones cuyos resultados tengan utilidad en la práctica médica, para así, además, ser aceptados en otros indexadores con mayor alcance. Será nuestra manera de contribuir a superar la crisis universitaria actual: con menos retórica y con más acción.

Información adicional

Cómo citar: Rodríguez, J. Crisis históricas de la tricentenaria Universidad Central de Venezuela. Rev Digit Postgrado. 2022:11(3):e344.doi:10.37910/RDP.2022.11.2.e344

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