Vol. 21 Núm. 40 (2012): Perfiles de la Hermenéutica Gadameriana. A cincuenta años de Verdad y Método.

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    En esta edición de la revista Apuntes Filosóficos tenemos la oportunidad de brindarles un conjunto de artículos que giran en torno a la hermenéutica filosófica de Hans Georg Gadamer. Un comentario breve sobre este pensador obliga a reconocerlo como testigo de excepción del siglo XX, crítico de los universos cerrados y de las metodologías abstractas, amante por igual de la filosofía y de la poesía, amigo de los clásicos y de la historia de la filosofía, restaurador de la tradición, intérprete fiel de las cuestiones del presente, filósofo de la comprensión, hermeneuta de la filosofía, aficionado del arte, buen jugador; sin banalidad esto nos acerca al autor de una obra fundamental, Verdad y Método. Si ordenáramos los textos que tenemos atendiendo al continuum temático comenzaríamos con la pregunta velada de Grondin: ¿Se trata efectivamente de un clásico? La cuestión moviliza pero no es problemática, de hecho la hermenéutica gadameriana toca intereses contemporáneos y renovadamente atrae a diferentes disciplinas humanas; ¿Qué es comprender?, ¿Qué implica tomar como modelos hermenéuticos al arte, al juego o al discernimiento moral?, ¿Cómo mediar las relaciones entre pasado y presente?, ¿Qué alternativas tenemos frente a los métodos?, ¿Por qué Verdad y Método repele todo intento de recepción como matriz de heurísticas particulares?, ¿De qué modo el lenguaje es central en la hermenéutica filosófica?; en suma, ¿Qué significa concebir la filosofía como hermenéutica? Algunas de estas interrogantes encuentran lugar en los trabajos que a continuación les presentamos alfabéticamente. 


    En su texto, Víctor García expone cómo la experiencia estética es un modelo para comprender lo que Gadamer tiene en mente al referirse a la experiencia hermenéutica. Partiendo de la idea de que sin tradición no hay comprensión posible y después de colocarnos ante el concepto gadameriano de experiencia, su artículo arroja luces sobre los malentendidos que giran en torno a la centralidad otorgada a la tradición en Verdad y Método, resaltando que debe tratársela como a un `tú´. Quien comprende, lejos de relacionarse con la tradición como quien mira una famosa cripta resellada por el paso del tiempo, le sucede más bien como a quien se encuentra con otro, o mejor aún, como quien siente, ante lo otro, la fuerza vital de su belleza. La tradición es un ´tú´ y puede comprendérsela de la misma forma en que percibimos lo que se muestra como algo bello, es decir, en su propio valor, carácter evidente y elocuencia.


    Por su parte, Jean Grondin, el estudioso de Gadamer a quien obviamente reconocemos como toda una autoridad en la materia, trata puntos bien conocidos y medulares con la libertad que le permite su reputación y dominio del tema, haciendo gala además de un estilo locuaz e incitador. Como ya lo decíamos, él soterradamente incita la cuestión: ¿acaso hay merito para pensar que Verdad y Método, la obra fundamental de Gadamer, haya llegado a ser un clásico de la literatura filosófica? Desde el comienzo de su trabajo teje una declaración que proclama que indudablemente lo es.


La de Carlos B, Gutiérrez, es una de las mejores contribuciones del volumen,  el reputado hermeneuta bogotano apunta en su valioso texto al horizonte no divisado por Wittgenstein. Pensando desde Gadamer, en la urdimbre de sus reflexiones acentúa que los juegos de lenguaje no deberían tenerse como cotos cerrados en sus gramáticas, y que más allá de los puentes tendidos por la traducción, entendida como aplicación de reglas de transformación eficaces entre juegos de lenguaje diferentes, lo que realmente importa no es la peculiaridad de cada juego ni sus reglas básicas. Si hay un modo conciso de expresar la idea de Gutiérrez, diremos que para él pesa entender; que traducir es interpretar, incluidas las propias reglas. Es decir, Gutiérrez enfatiza que éstas no deben cerrar a los juegos en los límites de sus propias configuraciones de sentido, sino que tiene sentido todo lo contrario. El juego, así como lo entiende Gadamer, lo que hace es poner en juego las pretensiones y expectativas de los juegos del lenguaje pasados y presentes. Ciertamente, no cabe duda que las reglas no sólo sostienen a los juegos sino que también se sostienen a sí mismas al ser ganadas en la práctica; sin embargo, no es menos cierto y es lo más importante, que al comprendernos desde el juego, se reinterpreten las reglas y es por ello que incesantemente cambian las prácticas, son nuevos los mismos juegos.


    Si algo patentiza el texto de María Guadalupe Llanes, es que al calificar negativamente a la idealidad de la trinidad gadameriana, las reservas obedecen a temores infundados, relativos al peligro que corre la mínima lógica que separa pensamiento y lenguaje, palabra y mundo. Como ella lo dice: sí, Gadamer es seducido por la instanciación del misterio cristiano respecto de la explicación del fenómeno del lenguaje, pero su propio tratamiento lejos de proponer una nueva teoría semántica es una declarada ontología de logos. Por esta misma razón Llanes rinde cuentas minuciosas de la experiencia interior agustiniana, mostrando al verbum cordis cual fibra ontológica de la linguisticidad; de la que puede decirse sin reservas que, efectivamente, es mucho más que signo. Verbo interior y linguisticidad; nivel primerísimo y acto fundacional subyacente a la encarnación de la palabra en los lenguajes y en las lenguas. Llanes, sin embargo, termina su artículo abriendo la interlocución, se pregunta: ¿qué sentido tiene hablar de una palabra interior que se hable en el “lenguaje puro de la razón”, que no se corresponda con ninguna lengua? Grondin piensa que en este núcleo donde reside el ser del lenguaje es donde se encuentra, justamente, el fundamento de la discutida tesis de la universalidad de la hermenéutica. Digámoslo así, la hermenéutica es philosophia prima en cuanto máximamente universal, puesto que todo lo que puede ser comprendido es lenguaje. Ahora, de esta universalidad diremos, que ni alude a una gramática universal ni es una tenida como una especie de disposición cognitiva común, a lo ella refiere es al propio horizonte de la comprensión, es decir, a los sentidos no colmados, a los que están por asirse y a todos los que aún no han encontrado a la palabra.


    En cuanto a Luis Marciales Rodríguez, él escribe sobre el modo en que ha de entenderse la percepción referida a los objetos estéticos y en un segundo registro se preocupa por el modo de hacerlo respecto a los datos de la investigación científica. Su enfoque parte de la crítica a la abstracción de la conciencia estética con la cual Gadamer muestra la ingenuidad del esteticismo que cree que la obra de arte es autosignificativa, por lo que la concibe como ajena a todo cuanto le rodea. Al respecto, Marciales destaca –apoyándose en Heidegger– que ni siquiera respecto de los entes intramundanos, esto es, de aquellos cuya constitución no tiene la forma del “ahí” sino de ser “lo útil a la mano”, la percepción se articula de manera puramente abstractiva, desvinculada y objetivadora; por el contrario, todo percibir es toma `lo que es´ en la complejidad de sus relaciones.


    En otro registro, Carlos Villarino, reflexionando a partir del mito fundacional cristiano de la confusio linguarum, se pregunta por las relaciones entre lenguaje y comprensión ensayando caminos para dilucidar el tópico de la anterioridad en este par conceptual. En su itinerario traza grandes líneas que remontan a los contornos de la constitución ontológico-existencial del Dasein, suelo que nutre la centralidad del comprender en la filosofía de Gadamer y respecto al cual Villarino destaca la constitutiva determinación implicada, social y en una palabra, mundana, desde la que gana su forma la existencia humana efectiva y afectiva.


    Finalmente, por mi parte, escribo un texto sobre la recepción gadameriana de la phrónesis aristotélica, es decir, vuelvo sobre el famoso modelo tantas veces atendido, cual alternativa iluminadora respecto al modo de entender el sentido y articulación de la experiencia hermenéutica. En este sentido, recuerdo lo que conviene tener presente respecto a la actualidad de la phrónesis en Verdad y Método.

 
    En las reseñas, los estudiantes Pablo Galindo, Luciano Garófalo y Alexander Rodríguez recogen las ideas de dos textos de Gadamer y uno de Grondin.

    Para terminar, expresamos nuestro agradecimiento especial a Jean Grondin y Carlos B Gutiérrez, dos académicos de alta talla internacional, profesores titulares en sus respectivas universidades, hombres gentiles, filósofos conversadores y sobre todo bien dispuestos a acompañar y fortalecer iniciativas como esta.
 
Nowys Navas
Profesora de la Escuela de Filosofía
Universidad Central de Venezuela
Coordinadora de la Edición Nº40/2012.

Publicado: 2012-12-07