actualmente es, en forma substancial, perecedera y manipulada por
consorcios extranjeros (Betancourt, 2007: 348).
Nuevamente sostiene que el proyecto de país no busca instaurar el socialismo,
y por eso a diferencia de la Rusia soviética, no es posible saltarse etapas de
desarrollo. Aunque reconoce la relevancia de mantenerse dentro de la lógica del
capitalismo, sí reclama cambios que permitan un mejor aprovechamiento de las
riquezas nacionales. Eso implica elevar la producción, pero bajo un esquema
donde el Estado pueda obtener de manera paulatina y consistente mayor cantidad
de ingresos.
Los cambios impulsados durante el llamado trienio adeco fueron en esa
dirección, con un rol efectivamente protagónico por parte del Estado. Aunque se
veían a los consorcios internacionales como saqueadores, se intentaba una
negociación con ellos más favorable para los intereses de la nación. El estatismo
está muy presente en el imaginario de Betancourt, por eso sostiene con referencia
al rol del Estado:
Tenía que actuar, en consecuencia, como Estado estimulador, financiador y
orientador de las actividades económicas que tenderán a hacer más
abundante y variada la producción doméstica; y como Estado-empresario,
para desarrollar algunas actividades directamente vinculadas al interés
público (siderurgia, electrificación, comunicaciones radiotelegráficas y
telefónicas, transporte) (Betancourt, 2007: 350).
Ya aquí maneja la categoría muy en boga en Venezuela y otros países de
Latinoamérica, y es la figura del Estado empresario, eso implica ir más allá de la
mera regulación y cobro de impuestos, sino de ser directamente un agente
productor de bienestar estratégico para el desarrollo del país. Las áreas
consideradas clave son muy numerosas, desde industria pesada hasta servicios
públicos.
En la práctica se desarrollaron diversos proyectos que iban en esa línea, Sidor
fue una empresa directamente gestionada por los gobiernos durante la
democracia, así como diferentes proyectos de electrificación. Otros sectores
económicos considerados menos estratégicos, podían ser manejados por
empresas privadas, pero es claro como el Estado era el órgano rector de primer
orden, por tal razón, se le da un rol estimulador y orientador para conducir la
economía de la nación.
Sin embargo, también es relevante marcar diferencias con los abusos derivados
de la intervención estatal:
El uso y abuso que del dirigismo estatal hizo el nazi-fascismo, recién
derrotado cuando arribamos nosotros al Gobierno en 1945, no era un
antecedente auspicioso por invocar. La planificación autoritaria impuesta
con métodos policiacos por el Estado soviético, tampoco. El New Deal, el
«nuevotrato» rooseveltiano, y las experiencias del Welfare State, del
«Estado-Providencia», que para esa misma época estaban ensayando los