Historia de las exploraciones botánicas en Venezuela. En: Hokche, O., Berry, P. & O. Huber (eds.). Nuevo catálogo de la flora vascular de Venezuela. pp. 17-40.

Abstract

La exploración botánica se caracteriza por la colección de especímenes secos que se depositan en herbarios, o de plantas vivas que se llevan a jardines botánicos y viveros. El concepto de exploración incluye no solamente la que se realiza a lugares lejanos; el trabajo de campo de menor alcance en áreas más restringidas y no necesariamente remotas también es de gran importancia, como lo evidencian floras nacionales o regionales publicadas, donde ha sido determinante la contribución de innumerables colecciones menores. Ser explorador botánico significa mantener una actividad sostenida de colección de especímenes. En este aspecto los taxónomos han jugado siempre un papel primordial pero también ha sido muy importante la colaboración de profesionales de otras ramas de la ciencia, como la que se da en conexión con diversos estudios ecológicos, fitopatológicos, médicos, anatómicos, antropológicos, zoológicos, etnobotánicos, paisajísticos, etc., en los cuales se realizan colecciones de plantas que pasan luego a los herbarios. Las muestras botánicas aportadas por personas dedicadas a otros oficios pero con interés por la herborización son igualmente de mucho valor. Hechas estas precisiones podemos afirmar que esta actividad tiene ya una larga historia en Venezuela. Su inicio con carácter científico se ha fijado a mediados del siglo XVIII, pero antes de esa época también se realizaban prospecciones florísticas en el país, aunque con fines principalmente económicos. Durante un largo período la labor de exploración botánica de Venezuela fue desempeñada por visitantes extranjeros. Vinieron funcionarios dependientes de la Corona española o de otros gobiernos, que recibían instrucciones precisas para sus búsquedas, llevándolas a cabo en un ámbito predominantemente político. Estuvieron aquí igualmente viajeros independientes, naturalistas o no, cuyo objetivo era tanto comercial como científico, y a quienes se deben muchos de los “objetos naturales” que constituyen el acervo de célebres museos, y la introducción a otros países de plantas y animales desconocidos en ellos. Nos visitaron, asimismo, eminentes investigadores que sentaron las bases del conocimiento de nuestra flora. De las numerosas colecciones formadas por estos exploradores no quedaron muestras en el país. Su destino fueron las instituciones que patrocinaron los viajes, o bien museos y herbarios a los cuales se les vendieron. Aunque se hubiera querido depositarlas en Venezuela no habría sido posible por no existir la infraestructura ni estar dadas las condiciones para ello. La exploración botánica de Venezuela por parte de estudiosos del propio país ha pasado por tres etapas: una inicial en el primer cuarto del siglo XIX; una de impulso, en los últimos cuarenta años de esa centuria; y, finalmente, una de consolidación, que comienza ya avanzado el siglo XX.1 Las dos primeras no tuvieron continuidad y no se planteaba en ellas la idea de un trabajo conjunto entre los naturalistas del país y sus homólogos visitantes. Aunque en esos dos períodos se hicieron colecciones nacionales importantes, no perduraron por descuido y falta de interés en su conservación. Fue solamente cuando se afianzó la tercera fase que se crearon herbarios, se comenzaron a formar botánicos profesionales en las universidades venezolanas y se estrecharon vínculos con instituciones botánicas del extranjero. En la relación que sigue se incluyen muchos de los que han intervenido en la exploración botánica de Venezuela; sin embargo, por motivos editoriales las listas han debido acotarse .