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Rómulo Orta: Venezuela marcha hacia un colapso demográfico.

Sociólogo-Demógrafo. Doctor en Ciencias Sociales. Profesor Titular de la Facultad de Medicina de la Universidad Central de Venezuela.

En el año 2014 culminó la vigencia de los acuerdos de la Conferencia Internacional de Población y Desarrollo de 1994 (CIPD 1994). En septiembre de 2014, en Nueva York, se realizó una sesión especial de la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU) que desafortunadamente decidió mantener las decisiones de la CIPD 1994.

Y decimos que ese fue un acuerdo no venturoso para los países llamados subdesarrollados por la notoria naturaleza antinatalista de las orientaciones emanadas de la CIPD 1994, en momentos en los cuales hay que crear nuevas directrices porque los procesos demográficos a nivel mundial se caracterizan por un acentuado descenso de las tasas de fecundidad y de mortalidad, la elevación de la expectativa de vida y el progresivo y acelerado envejecimiento poblacional, sin que hayan garantías de que las mujeres en edades fértiles se dispongan a tener el número promedio de hijos necesarios para generar el reemplazo generacional, que ha sido cifrado en 2,1 hijos. O sea, la realidad demográfica es de más ancianos, menos niños para sustituirlos y reducción paulatina del segmento de habitantes con edades de 15 a 29 años; quedando claro que el problema no es el envejecimiento poblacional sino el descenso de la fecundidad y la mortalidad prematura por causas evitables en el componente de los jóvenes y adultos jóvenes, segmento este que también sufre los efectos de la desinversión para su educación, salud y acceso a empleos productivos y bien remunerados.

Ese es el debate que fuera de esos foros intergubernamentales está abierto  a nivel mundial, regional y nacional. Y nuestro país y sus universidades no deben seguir evadiéndolo. Venezuela está a punto de comenzar en el quinquenio 2025-2030 un período que puede llevarnos a un muy cercano colapso poblacional por la combinación de tres fenómenos demográficos y epidemiológicos: la reducción de la fecundidad, el envejecimiento demográfico y la mortalidad prematura dentro de nuestra población económicamente activa (15 a 64 años de edad). Las señales son que estamos en riesgo de padecer los gravísimos problemas demográficos por los que ha pasado y está pasando Europa, en una situación que ha sido calificada por demógrafos europeos como de invierno demográfico o suicidio poblacional por el envejecimiento y la reducción del tamaño de la población. En Venezuela estamos a tiempo de evitarlo porque además también estamos ventajosamente, y hasta el año 2048, en plena segunda fase del Bono Demográfico; es decir, de aumento de la cantidad de venezolanos con edades entre 15 y 64 años. De no actuar desde ya, desde el año 2070 comenzaremos a tener tasas de mortalidad más altas que las tasas de natalidad.

En el año 2014 culminó la vigencia de los acuerdos de la Conferencia Internacional de Población y Desarrollo de 1994 (CIPD 1994). En septiembre de 2014, en Nueva York, se realizó una sesión especial de la Asamblea General de ls Naciones Unidas (ONU) que desafortunadamente decidió mantener las decisiones de la CIPD 1994.

Y decimos que ese fue un acuerdo no venturoso para los países llamados subdesarrollados por la notoria naturaleza antinatalista de las orientaciones emanadas de la CIPD 1994, en momentos en los cuales hay que crear nuevas directrices porque los procesos demográficos a nivel mundial se caracterizan por un acentuado descenso de las tasas de fecundidad y de mortalidad, la elevación de la expectativa de vida y el progresivo y acelerado envejecimiento poblacional, sin que hayan garantías de que las mujeres en edades fértiles se dispongan a tener el número promedio de hijos necesarios para generar el reemplazo generacional, que ha sido cifrado en 2,1 hijos. O sea, la realidad demográfica es de más ancianos, menos niños para sustituirlos y reducción paulatina del segmento de habitantes con edades de 15 a 29 años; quedando claro que el problema no es el envejecimiento poblacional sino el descenso de la fecundidad y la mortalidad prematura por causas evitables en el componente de los jóvenes y adultos jóvenes, segmento este que también sufre los efectos de la desinversión para su educación, salud y acceso a empleos productivos y bien remunerados.

Ese es el debate que fuera de esos foros intergubernamentales está abierto  a nivel mundial, regional y nacional. Y nuestro país y sus universidades no deben seguir evadiéndolo. Venezuela está a punto de comenzar en el quinquenio 2025-2030 un período que puede llevarnos a un muy cercano colapso poblacional por la combinación de tres fenómenos demográficos y epidemiológicos: la reducción de la fecundidad, el envejecimiento demográfico y la mortalidad prematura dentro de nuestra población económicamente activa (15 a 64 años de edad). Las señales son que estamos en riesgo de padecer los gravísimos problemas demográficos por los que ha pasado y está pasando Europa, en una situación que ha sido calificada por demógrafos europeos como de invierno demográfico o suicidio poblacional por el envejecimiento y la reducción del tamaño de la población. En Venezuela estamos a tiempo de evitarlo porque además también estamos ventajosamente, y hasta el año 2048, en plena segunda fase del Bono Demográfico; es decir, de aumento de la cantidad de venezolanos con edades entre 15 y 64 años. De no actuar desde ya, desde el año 2070 comenzaremos a tener tasas de mortalidad más altas que las tasas de natalidad.

En el año 2014 culminó la vigencia de los acuerdos de la Conferencia Internacional de Población y Desarrollo de 1994 (CIPD 1994). En septiembre de 2014, en Nueva York, se realizó una sesión especial de la Asamblea General de ls Naciones Unidas (ONU) que desafortunadamente decidió mantener las decisiones de la CIPD 1994.

Y decimos que ese fue un acuerdo no venturoso para los países llamados subdesarrollados por la notoria naturaleza antinatalista de las orientaciones emanadas de la CIPD 1994, en momentos en los cuales hay que crear nuevas directrices porque los procesos demográficos a nivel mundial se caracterizan por un acentuado descenso de las tasas de fecundidad y de mortalidad, la elevación de la expectativa de vida y el progresivo y acelerado envejecimiento poblacional, sin que hayan garantías de que las mujeres en edades fértiles se dispongan a tener el número promedio de hijos necesarios para generar el reemplazo generacional, que ha sido cifrado en 2,1 hijos. O sea, la realidad demográfica es de más ancianos, menos niños para sustituirlos y reducción paulatina del segmento de habitantes con edades de 15 a 29 años; quedando claro que el problema no es el envejecimiento poblacional sino el descenso de la fecundidad y la mortalidad prematura por causas evitables en el componente de los jóvenes y adultos jóvenes, segmento este que también sufre los efectos de la desinversión para su educación, salud y acceso a empleos productivos y bien remunerados.

Ese es el debate que fuera de esos foros intergubernamentales está abierto  a nivel mundial, regional y nacional. Y nuestro país y sus universidades no deben seguir evadiéndolo. Venezuela está a punto de comenzar en el quinquenio 2025-2030 un período que puede llevarnos a un muy cercano colapso poblacional por la combinación de tres fenómenos demográficos y epidemiológicos: la reducción de la fecundidad, el envejecimiento demográfico y la mortalidad prematura dentro de nuestra población económicamente activa (15 a 64 años de edad). Las señales son que estamos en riesgo de padecer los gravísimos problemas demográficos por los que ha pasado y está pasando Europa, en una situación que ha sido calificada por demógrafos europeos como de invierno demográfico o suicidio poblacional por el envejecimiento y la reducción del tamaño de la población. En Venezuela estamos a tiempo de evitarlo porque además también estamos ventajosamente, y hasta el año 2048, en plena segunda fase del Bono Demográfico; es decir, de aumento de la cantidad de venezolanos con edades entre 15 y 64 años. De no actuar desde ya, desde el año 2070 comenzaremos a tener tasas de mortalidad más altas que las tasas de natalidad.

En el año 2014 culminó la vigencia de los acuerdos de la Conferencia Internacional de Población y Desarrollo de 1994 (CIPD 1994). En septiembre de 2014, en Nueva York, se realizó una sesión especial de la Asamblea General de ls Naciones Unidas (ONU) que desafortunadamente decidió mantener las decisiones de la CIPD 1994.

Y decimos que ese fue un acuerdo no venturoso para los países llamados subdesarrollados por la notoria naturaleza antinatalista de las orientaciones emanadas de la CIPD 1994, en momentos en los cuales hay que crear nuevas directrices porque los procesos demográficos a nivel mundial se caracterizan por un acentuado descenso de las tasas de fecundidad y de mortalidad, la elevación de la expectativa de vida y el progresivo y acelerado envejecimiento poblacional, sin que hayan garantías de que las mujeres en edades fértiles se dispongan a tener el número promedio de hijos necesarios para generar el reemplazo generacional, que ha sido cifrado en 2,1 hijos. O sea, la realidad demográfica es de más ancianos, menos niños para sustituirlos y reducción paulatina del segmento de habitantes con edades de 15 a 29 años; quedando claro que el problema no es el envejecimiento poblacional sino el descenso de la fecundidad y la mortalidad prematura por causas evitables en el componente de los jóvenes y adultos jóvenes, segmento este que también sufre los efectos de la desinversión para su educación, salud y acceso a empleos productivos y bien remunerados.

Ese es el debate que fuera de esos foros intergubernamentales está abierto  a nivel mundial, regional y nacional. Y nuestro país y sus universidades no deben seguir evadiéndolo. Venezuela está a punto de comenzar en el quinquenio 2025-2030 un período que puede llevarnos a un muy cercano colapso poblacional por la combinación de tres fenómenos demográficos y epidemiológicos: la reducción de la fecundidad, el envejecimiento demográfico y la mortalidad prematura dentro de nuestra población económicamente activa (15 a 64 años de edad). Las señales son que estamos en riesgo de padecer los gravísimos problemas demográficos por los que ha pasado y está pasando Europa, en una situación que ha sido calificada por demógrafos europeos como de invierno demográfico o suicidio poblacional por el envejecimiento y la reducción del tamaño de la población. En Venezuela estamos a tiempo de evitarlo porque además también estamos ventajosamente, y hasta el año 2048, en plena segunda fase del Bono Demográfico; es decir, de aumento de la cantidad de venezolanos con edades entre 15 y 64 años. De no actuar desde ya, desde el año 2070 comenzaremos a tener tasas de mortalidad más altas que las tasas de natalidad.

En el año 2014 culminó la vigencia de los acuerdos de la Conferencia Internacional de Población y Desarrollo de 1994 (CIPD 1994). En septiembre de 2014, en Nueva York, se realizó una sesión especial de la Asamblea General de ls Naciones Unidas (ONU) que desafortunadamente decidió mantener las decisiones de la CIPD 1994.

Y decimos que ese fue un acuerdo no venturoso para los países llamados subdesarrollados por la notoria naturaleza antinatalista de las orientaciones emanadas de la CIPD 1994, en momentos en los cuales hay que crear nuevas directrices porque los procesos demográficos a nivel mundial se caracterizan por un acentuado descenso de las tasas de fecundidad y de mortalidad, la elevación de la expectativa de vida y el progresivo y acelerado envejecimiento poblacional, sin que hayan garantías de que las mujeres en edades fértiles se dispongan a tener el número promedio de hijos necesarios para generar el reemplazo generacional, que ha sido cifrado en 2,1 hijos. O sea, la realidad demográfica es de más ancianos, menos niños para sustituirlos y reducción paulatina del segmento de habitantes con edades de 15 a 29 años; quedando claro que el problema no es el envejecimiento poblacional sino el descenso de la fecundidad y la mortalidad prematura por causas evitables en el componente de los jóvenes y adultos jóvenes, segmento este que también sufre los efectos de la desinversión para su educación, salud y acceso a empleos productivos y bien remunerados.

Ese es el debate que fuera de esos foros intergubernamentales está abierto  a nivel mundial, regional y nacional. Y nuestro país y sus universidades no deben seguir evadiéndolo. Venezuela está a punto de comenzar en el quinquenio 2025-2030 un período que puede llevarnos a un muy cercano colapso poblacional por la combinación de tres fenómenos demográficos y epidemiológicos: la reducción de la fecundidad, el envejecimiento demográfico y la mortalidad prematura dentro de nuestra población económicamente activa (15 a 64 años de edad). Las señales son que estamos en riesgo de padecer los gravísimos problemas demográficos por los que ha pasado y está pasando Europa, en una situación que ha sido calificada por demógrafos europeos como de invierno demográfico o suicidio poblacional por el envejecimiento y la reducción del tamaño de la población. En Venezuela estamos a tiempo de evitarlo porque además también estamos ventajosamente, y hasta el año 2048, en plena segunda fase del Bono Demográfico; es decir, de aumento de la cantidad de venezolanos con edades entre 15 y 64 años. De no actuar desde ya, desde el año 2070 comenzaremos a tener tasas de mortalidad más altas que las tasas de natalidad.

En el año 2014 culminó la vigencia de los acuerdos de la Conferencia Internacional de Población y Desarrollo de 1994 (CIPD 1994). En septiembre de 2014, en Nueva York, se realizó una sesión especial de la Asamblea General de ls Naciones Unidas (ONU) que desafortunadamente decidió mantener las decisiones de la CIPD 1994.

Y decimos que ese fue un acuerdo no venturoso para los países llamados subdesarrollados por la notoria naturaleza antinatalista de las orientaciones emanadas de la CIPD 1994, en momentos en los cuales hay que crear nuevas directrices porque los procesos demográficos a nivel mundial se caracterizan por un acentuado descenso de las tasas de fecundidad y de mortalidad, la elevación de la expectativa de vida y el progresivo y acelerado envejecimiento poblacional, sin que hayan garantías de que las mujeres en edades fértiles se dispongan a tener el número promedio de hijos necesarios para generar el reemplazo generacional, que ha sido cifrado en 2,1 hijos. O sea, la realidad demográfica es de más ancianos, menos niños para sustituirlos y reducción paulatina del segmento de habitantes con edades de 15 a 29 años; quedando claro que el problema no es el envejecimiento poblacional sino el descenso de la fecundidad y la mortalidad prematura por causas evitables en el componente de los jóvenes y adultos jóvenes, segmento este que también sufre los efectos de la desinversión para su educación, salud y acceso a empleos productivos y bien remunerados.

Ese es el debate que fuera de esos foros intergubernamentales está abierto  a nivel mundial, regional y nacional. Y nuestro país y sus universidades no deben seguir evadiéndolo. Venezuela está a punto de comenzar en el quinquenio 2025-2030 un período que puede llevarnos a un muy cercano colapso poblacional por la combinación de tres fenómenos demográficos y epidemiológicos: la reducción de la fecundidad, el envejecimiento demográfico y la mortalidad prematura dentro de nuestra población económicamente activa (15 a 64 años de edad). Las señales son que estamos en riesgo de padecer los gravísimos problemas demográficos por los que ha pasado y está pasando Europa, en una situación que ha sido calificada por demógrafos europeos como de invierno demográfico o suicidio poblacional por el envejecimiento y la reducción del tamaño de la población. En Venezuela estamos a tiempo de evitarlo porque además también estamos ventajosamente, y hasta el año 2048, en plena segunda fase del Bono Demográfico; es decir, de aumento de la cantidad de venezolanos con edades entre 15 y 64 años. De no actuar desde ya, desde el año 2070 comenzaremos a tener tasas de mortalidad más altas que las tasas de natalidad.

En el año 2014 culminó la vigencia de los acuerdos de la Conferencia Internacional de Población y Desarrollo de 1994 (CIPD 1994). En septiembre de 2014, en Nueva York, se realizó una sesión especial de la Asamblea General de ls Naciones Unidas (ONU) que desafortunadamente decidió mantener las decisiones de la CIPD 1994.

Y decimos que ese fue un acuerdo no venturoso para los países llamados subdesarrollados por la notoria naturaleza antinatalista de las orientaciones emanadas de la CIPD 1994, en momentos en los cuales hay que crear nuevas directrices porque los procesos demográficos a nivel mundial se caracterizan por un acentuado descenso de las tasas de fecundidad y de mortalidad, la elevación de la expectativa de vida y el progresivo y acelerado envejecimiento poblacional, sin que hayan garantías de que las mujeres en edades fértiles se dispongan a tener el número promedio de hijos necesarios para generar el reemplazo generacional, que ha sido cifrado en 2,1 hijos. O sea, la realidad demográfica es de más ancianos, menos niños para sustituirlos y reducción paulatina del segmento de habitantes con edades de 15 a 29 años; quedando claro que el problema no es el envejecimiento poblacional sino el descenso de la fecundidad y la mortalidad prematura por causas evitables en el componente de los jóvenes y adultos jóvenes, segmento este que también sufre los efectos de la desinversión para su educación, salud y acceso a empleos productivos y bien remunerados.

Ese es el debate que fuera de esos foros intergubernamentales está abierto  a nivel mundial, regional y nacional. Y nuestro país y sus universidades no deben seguir evadiéndolo. Venezuela está a punto de comenzar en el quinquenio 2025-2030 un período que puede llevarnos a un muy cercano colapso poblacional por la combinación de tres fenómenos demográficos y epidemiológicos: la reducción de la fecundidad, el envejecimiento demográfico y la mortalidad prematura dentro de nuestra población económicamente activa (15 a 64 años de edad). Las señales son que estamos en riesgo de padecer los gravísimos problemas demográficos por los que ha pasado y está pasando Europa, en una situación que ha sido calificada por demógrafos europeos como de invierno demográfico o suicidio poblacional por el envejecimiento y la reducción del tamaño de la población. En Venezuela estamos a tiempo de evitarlo porque además también estamos ventajosamente, y hasta el año 2048, en plena segunda fase del Bono Demográfico; es decir, de aumento de la cantidad de venezolanos con edades entre 15 y 64 años. De no actuar desde ya, desde el año 2070 comenzaremos a tener tasas de mortalidad más altas que las tasas de natalidad.

Rómulo Orta es Sociólogo-Demógrafo. Doctor en Ciencias Sociales. Profesor Titular de la Facultad de Medicina de la Universidad Central de Venezuela.

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Acerca del Autor

Martín Flores Araujo

Licenciado en Comunicación Social, egresado de la Universidad Católica Cecilio Acosta de Maracaibo, estado Zulia. Ha realizado diversos documentales y videos institucionales, así como haber trabajado en diversos medios tanto impresos como digitales.

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